El Tambo del Inka y su operador de experiencias de lujo Venturia nos invitaron a pasar unos días con ellos en el Valle Sangrado de Cusco para ser parte de la re apertura a sus visitantes. Aquí nuestra experiencia
La primera sorpresa: el arte cusqueño en el Tambo del Inka
Al cruzar la puerta de la calle nos reciben grandes jardines y una atmosfera de paz, llena del sonido de la naturaleza. El personal de recepción, muy atentos desde el ingreso de los pasajeros, se preocupan de hacerte sentir cómodo y a la vez, de cumplir con todos los protocolos de bioseguridad actuales. Una vez revisada la temperatura y desinfectadas las manos, entramos y las grandes sorpresas empiezan.
La chimenea de piedra de 13 metros te da la bienvenida, protegiendo los salones principales llenos de arte y color de la zona. Máscaras de Paucartambo apoyadas en una mesa de madera interminable, representaciones gigantes de los tradicionales quipus colgando de las paredes, jarrones de cerámica y un gran número de piezas de arte propias de esta zona son solo el inicio de una experiencia cusqueña en este hotel. Cusco y su cultura es color. Y el hotel lo ha sabido representar.
Primer día: las sorpresas gastronómicas y el circuito de aguas
Nos reciben con un colorido almuerzo lleno de productos de la zona, liderado por Rafael Piqueras, chef corporativo del grupo Intursa y acompañado por Hermógenes Laurel, el “Chino”, cheff ejecutivo del restaurante y su gran equipo, todos de la zona. Rocoto relleno de cordero, causas limeñas de distintas formas y acompañamientos, varios tipos de carnes son parte de nuestro menú. Mucho vino y las emocionadas palabras de bienvenida de Bruno Giordano, Gerente General del hotel son, además, parte de nuestra amena tarde.
El Tambo del Inka tiene una fama muy bien ganada pero su piscina temperada y el circuito de aguas que la acompaña tienen un nombre propio ya reconocido y merecido. Hicimos nuestra reserva a fin de garantizar la exclusividad y seguridad e ingresamos a esta maravillosa zona.
Desde los dos ambientes tienes una vista privilegiada a las montañas y al río. Los grandes ventanales te hacen sentir parte del entorno y la experiencia alcanza los sentidos en su máximo esplendor. Ese día tuvimos la suerte que la lluvia cusqueña se hizo presente, así que pudimos nadar en la piscina bajo las gotas que caían del cielo, respirando el aire de las montañas y por supuesto, relajar los músculos en los distintos juegos de agua del circuito.
Desde los chorros que nos masajeaban en las poltronas dentro del agua hasta el juego de temperaturas en las diferentes pozas, todo el circuito tiene como objetivo relajar y conectar al visitante. El objetivo se cumple en su totalidad.
Salimos de esta zona listos para regresar a nuestro bello cuarto con vista a las montañas y jardines, pero el hotel nos tenía una última sorpresa esa noche: clases de pizzas artesanales a manos de Rafael Piqueras. La locación elegida: la terraza del maravilloso bar.
Si bien el bar se encuentra cerrado por disposiciones legales del coronavirus, el acceso a la terraza nos permitió ver una de las mayores joyas del Palacio del Inka: el mural de piedra de Onyx de 13 metros de altura, iluminada e imponente. De seguro, de los mejores espacios del Valle Sagrado.
Pizzas al horno de barro de trucha ahumada, quesos locales, hierbas del biohuerto del hotel y un gran etcétera nos deleitaron esa noche. Rafael, siempre atento y preocupado, se encargó de hacer participar a todos los curiosos en el proceso de preparación. Los demás, aún relajados por el circuito de aguas, nos quedamos tomando vino bajo el fuego de los calentadores, escuchando el sonido del río y disfrutando en general de este mágico momento.
Segundo día: a conectar y recorrer las montañas
La primera mañana había dos planes a nuestra elección: salir a recorrer el valle y sus encantos en las nuevas e-bikes con el operador turístico del grupo, Venturia, o bien, clases de yoga y meditación en uno de los salones del hotel. Nosotros nos inclinamos por el segundo y fue una hora de conexión y paz que nos dejó listos para seguir con el día.
El desayuno en la terraza, escuchando los pájaros, al lado del río, con canastas de panes artesanales de todos los estilos, huevos con trucha, café local y frutas de la estación nos terminaron de dar los buenos días.
Venturia nos llevó a visitar el Salar de Maras, a tan solo unos kilómetros del Tambo del Inka. Es mi segundo viaje con este operador turístico y en ambas compartí la experiencia con Nick, uno de sus guías. Venturia se preocupa en trabajar con personas que entiendan las necesidades de sus pasajeros, que se compenetren con la experiencia que están buscando y que le den un valor agregado a su viaje.
Nick nuevamente fue parte sustancial de mi día. Si bien ya había visitado el Salar varias veces, ese día aprendí nuevas cosas y hasta me atrevería a decir, me sentí mucho más cercana a la experiencia. Sin duda, escuchar a Nick, conversar con él, intercambiar historias y aprender de la vida en el valle fueron parte vital para ello.
Subimos al Salar en varias movilidades especiales de Venturia, con el aforo limitado y todas las medidas de bioseguridad del caso, pero nos tenían una sorpresa: regresaríamos a pie hasta el hotel. No sabíamos que esta maravillosa zona estaba tan cerca de Urubamba, tanto así que el recorrido se puede hacer caminando y es precioso. Desde distintas perspectivas de los campos de sal hasta llegar al valle con su imponente río y los verdes que lo acompañan. Y claro, conociendo localidades y pobladores de la zona.
Al regresar nos tenían preparado una visita a los jardines del hotel, donde pudimos ver las zonas donde se realizan distintas experiencias para los visitantes: la comida “a cinco fuegos” y del huerto a la mesa. El primero es una zona donde se prepara comidas participativas a base de carnes y cinco estilos de cocción: pachamanca, caja china, cilindro, parrilla y horno.
La segunda consiste en visitar el biohuerto de 5 mil metros de extensión lleno de plantas nativas, guiados por la bióloga encargada de su conservación. Esta segunda experiencia te permite cosechar productos y luego prepararlos para comer. La experiencia completa de conexión con la tierra. Entender y valorar de donde viene lo que comemos y celebrar el proceso.
El almuerzo fue nuevamente un espacio perfecto para que Rafael, el Chino y su equipo se lucieran. Panceta, alpaca, trucha, verduras a la parrilla, panes artesanales de distintas masas, entre otros fueron los protagonistas. No exagero al decir que fue perfecto. Tanto como el tres leches de maíz de postre. Insuperable.
La tarde estuvo llena de experiencias distintas de la zona. El Tambo del Inka busca que el huésped se conecte con la cultura andina desde el inicio y durante toda su estadía en el hotel y sí que lo logran. Pudimos participar de un pago a la tierra a cargo de un chamán, de conocer a Margot, una tejedora local que nos enseño las ancestrales técnicas de limpieza, teñido y procedo de las lanas, preparar unos crepes andinos con productos locales como la quinua y la uchucuta, degustar pisco sours luego de aprender a prepararlos, etc.
Hay un punto que debe ser resaltado: todas estas experiencias y en general, en todo momento, nos sentimos cuidados de forma integral por el personal del hotel. Y con ello nos referimos no sólo a las medidas de bioseguridad actuales, sino a las sonrisas, a la preocupación, a las miradas de cariño que recibimos por parte de todo el equipo. Han estado esperando ansioso que los visitantes regresemos y su felicidad por tenernos ahí es innegable.
Esa última noche tuvimos una última sorpresa: degustación de cervezas artesanales en una de las cabañas construidas especialmente en los jardines del hotel. El ambiente es relajado, divertido y la degustación viene acompañada por piqueos como pequeñas hamburguesas y croquetas de maíz con trucha ahumada. Todo está pensado para que viajero, luego de un intenso día de experiencias en las montañas, se pueda relajar y a la vez, probar los distintos sabores del valle. Fue perfecto.
Tercer día: el hasta pronto y un inmenso gracias
Después de repetir el maravilloso desayuno y las vistas había llegado el momento de decir hasta pronto. Estos tres días hicimos nuevos amigos: los compañeros de las experiencias en el Tambo del Inka y el personal que nos atendió y acompañó. Sin duda han sido días en los que el ambiente, tanto la del hotel por su infraestructura como el generado por todo su equipo, fue el ambiente perfecto para conectar con uno mismo, con el entorno, con la cultura andina y con la gente maravillosa que nos rodeó.
Muchas gracias Tambo del Inka. Muchas gracias por tanta magia, pasión y amor en su oferta. Hasta pronto.
Para mayor información: www.tambodelinkaresort.com / IG: @hoteltambodelinka
Por: Andrea Chaman
INFOTUR LATAM