El Palacio del Inka es un hotel ubicado en el centro histórico de Cusco, en la zona donde se ubicaban, durante el imperio, los jardines del Qoricancha o Templo del Sol. La majestuosidad del palacio se respira apenas uno entra y en las paredes admiras puro arte. Las sonrisas te dan la bienvenida y te hacen saber con sus naturales gestos que durante los días que estés hospedado ahí, vas a sentirte en casa.
El Palacio del Inka y su operador de viajes, Venturia, nos invitaron a pasar unos días con ellos en Cusco para darle la bienvenida a la reapertura de Cusco como destino turístico. Aquí nuestra experiencia
Nos quedamos en las habitaciones del segundo piso, de la terraza principal, y durante los primeros minutos nos dedicamos a identificar y admirar los detalles de cada rincón. Los cuartos, además de estar muy bien pensados y diseñados, mezcla de comodidad, practicidad y arte, se encontraban perfectamente decorados con detalles que no daban una segunda bienvenida a este hotel.
En este punto es importante resaltar algo: las medidas de bioseguridad que vimos desde la puerta del hotel nos dejaron gratamente sorprendidos, no sólo por los altos estándares sino por la calidez y sencillez con la que las aplicaban. Todo fluía de manera muy natural, todo bajo los protocolos del hotel que si bien están por encima de los legales y de las promedio en el sector, en todo momento nos parecieron “rutinarios”. Y esto gracias a la actitud del personal, quienes incluso nos llamaron al cuarto a preguntar qué clase de servicio de limpieza queríamos: si queríamos que efectivamente entraran a limpiar el cuarto, la limpieza diaria regular o la limpieza “especial”. Siempre buscando que el huésped se sienta cómodo, sobre todo con algo tan personal e importante como el cuidado de su cuarto.
Dejamos nuestras cosas rápidamente y bajamos a la terraza a un evento que realizó el hotel para celebrar la reapertura, junto a otro grupo de huéspedes y al staff de su operador de “experiencias”, Venturia. Música en vivo con guitarra, cajón peruano, un cantante y la mágica arpa, además de mesa de vinos, de quesos y jamones y una decoración que mezclaba la cultura ibérica y andina nos esperaban. La terraza estaba decorada con luces violetas y calentadores, que junto con el ambiente antes descrito y la hermosa fuente central, fue el escenario perfecto para nuestra primera noche en el hotel.
Al día siguiente, tomamos un desayuno a la carta en el que se incluyeron unos croissants inolvidables y una compañía musical de lujo: un arpista tocando canciones llenas de sentimiento en la terraza. Era imposible no emocionarse. Panchito y Kelly, un bebé alpaca y su mamá humana, también nos acompañaron, dando un colorido especial al momento.
A las 9 de la mañana ya estábamos en la calle junto al grupo de huéspedes que el Palacio del Inka y Venturia habían invitado para la reapertura. Cuatro camionetas van nos esperaban para llevarnos a nuestro destino del día: la Laguna Piuray.
Hacía tiempo no veníamos por estos parajes de Cusco, a casi 3,700 m s.n.m. en el distrito de Chinchero, camino al Valle Sagrado. Rodeada de un paisaje privilegiado, esta laguna se encuentra en posesión de 4 comunidades campesinas con las algunas empresas trabajan con el afán de hacer un turismo rural sostenible y responsable. Se busca integrar a los miembros de la comunidad, y a los visitantes, para generar una sinergia de experiencias. Así, el visitante puede ver su entorno, sus animales, su comida y técnicas de cocción, su vestimenta, etc., de manera muy orgánica, respetuosa y de interacción.
El grupo Venturia se encargó de cuidar cada detalle para nosotros, característica de su operación con sus clientes, desde los protocolos del ingreso a los vehículos, hasta el cuidado que mostraba todo el personal y los miembros de la comunidad en todo momento.
Nos pusieron cojines y mantas en el jardín para que podamos disfrutar del entorno y, a los más aventureros, nos invitaron a cambiarnos y ponernos wetsuits, botas para el agua, chalecos salvavidas y meternos a la laguna a hacer paddle, kayak o canoas polinésicas.
Al principio, el clima no nos estaba ayudando y estaba un poco frío y nublado, pero en el momento en que los primeros entramos al agua el cielo se empezó a despejar y el calor fue inminente. Al final, todos se animaron y terminamos paseando una hora por la laguna y hasta saltando de nuestras tablas para recargar las energías en este lugar que alguna vez fue la principal fuente de agua del Cusco. Momento mágico.
Después del deporte y el baño llegó la hora del almuerzo. Ya habíamos visto como los comuneros iban introduciendo en el horno de barro fuentes llenas de carnes, papas de diferentes colores, camotes, choclos, etc., y la expectativa era alta, pero el sabor de estos productos de la zona en el plato era simplemente increíble. Tanto como la quinua tres colores, la palta y la trucha ahumada de entrada. Todo perfecto. Vino y cerveza. Aguaymanto de postre. Un día perfecto.
De regreso al hotel aprovechamos para pasear por la ciudad, tomar algunas fotos y descansar. A las 19:30 h era la cena y como estábamos en un lugar cerrado (por el frío de la noche la sirvieron en el restaurant) nos sentamos en grupos separados. Personalmente me animé por el chupe de langostinos y un solomillo con verduras. Opción arriesgada para la noche, lo sé, pero no me arrepiento. Con esto comprobé el alto nivel de los insumos que utilizan. Los postres en el Palacio del Inka merecen una nota especial: maravillosos, en presentación, combinaciones y sabor.
Al día siguiente, repetimos nuestra rutina con el arpista, Pancho y Kelly. Y los croissants por supuesto. No queríamos, pero era momento de decirle adiós a este palacio que se convirtió en una casa para nosotros por unos días. Y adiós a Darwin, jefe de barman del hotel, que no dejó de preocuparse por nosotros, atendernos, sonreírnos y desinfectar todo nuestro entorno siempre con una sonrisa. Y adiós a Nick, guía de Venturia quien nos acompañó con su conocimiento en todo el viaje, pero sobre todo con su amistad. Y adiós a la larga lista de personajes que hicieron de nuestra estancia simplemente hermosa e inolvidable.
Por: Andrea Chaman
INFOTUR LATAM
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