Pachamama Raymi: la fiesta de la tierra Destacado

Cuando la plaza empieza a quedar vacía, un niño intenta tocar el pututo. Nunca antes lo ha hecho. No importa. Tiene aire suficiente o al menos eso es lo que cree, aunque sus amigos no parecen tenerle demasiada confianza. Ellos se burlan, hacen chacota, se mueren de la risa. Son unos pesados. Si él fracasara con la caracola, sus compañeros serían implacables y harían correr el chisme por todo el pueblo.

Hoy, en el Día Mundial de la Biodiversidad, compartimos esta crónica del Pachamama Raymi, una fiesta de aires andinos que se vivió el sábado en Jauja (Junín). Organizada por la Asociación de Productores Ecológicos de los Andes Pachacute y el Fundo La Cosecha del Futuro, la celebración tuvo como objetivos revalorar los productos de nuestra tierra y bregar por la seguridad alimentaria del país

Como no lo van a contar. Total, algo así no ocurre todos los días. Tan raro fue que nadie se atrevió a gritar o a reventar la bocina. Si hasta los conductores más avezados, aquellos que van y vienen pisando a fondo de Jauja a Huancayo, bajaron la marcha y pasaron por un costadito para ver a esas llamas enormes y bien emperifolladas que tomaron el asfalto carretero.

No, hasta el fundo no llega el asfalto. Y ese no es un chisme ni una realidad distorsionada por las habladurías de unos chiquillos traviesos o unos conductores atropellados. Es la pura verdad. Lo saben los llameros y esos caminantes que hace un ratito aparecieron flameando banderas y haciendo tronar sus pututos. Ellos dicen ser chasquis. Quizás algunos lo sean. Vaya que subieron rapidito por las faldas del cerro.

Sí, el pututo sonó fuerte. El niño sabía soplar. Y ahora quién sonríe. Y ahora qué van a decir sus amigos. Capaz se quedan calladitos o solo cuentan lo que ocurrió antes del soplido inesperado. Como no hacerlo si en la plaza de su comunidad campesina -al ladito de esa pileta donde unas ñustas color bronce se bañan eternamente-, un hombre habló con el sol, con la tierra y las montañas.

Lo hizo en quechua y en español. "Así todos me entienden", explicó con cierto pesar, mientras sus manos se llenaban con hojas de coca: hojas que se ofrendan a la Pachamama, al Taita Inti, a los Apus tutelares; hojas que se comparten con los que nacieron aquí y con los que llegaron de los cuatro suyos, trayendo en sus costales y llicllas los productos que se cosechan en sus valles.

No tienen idea de dónde salieron, pero están allí, ocupando muy orondas un carril de la carretera. Pegaditas van, empujándose avanzan las llamas, haciendo ruido y alboroto con las campanas que cuelgan de sus pechos. Son varias, quizás 10 o acaso una docena. Son guiadas por un inca o tal vez es un sacerdote andino. Son arriadas por un par de comuneros de piel castigada por el viento y el frío cordillerano.

Al menos eso es lo que ven e interpretan los choferes y sus pasajeros. Y es que ellos, desde sus vehículos, no pueden saber ni enterarse de que ese inca o sacerdote, esos chasquis y arrieros, se reunieron en la comunidad campesina de Tambo, distrito de Sausa (Jauja, Junín), para anunciar entre gritos de jallalla, -una palabra que une la alegría y la esperanza-, el inicio de la gran fiesta de la biodiversidad.

Ya no podían ni gritar, bueno, no todos, solo unos pocos, solo los que sufrieron como almitas en pena en la subida al fundo La Cosecha del Futuro. Es brava, corta pero brava y tiene varios peldaños de piedra que se roban las energías de los caminantes inexpertos. Pobrecitos. Agitados venían, cerrando el grupo llegaron. Eso les pasa por entusiastas, por no querer viajar en un carro.

Ellos sufriendo en cada paso mientras las llaman 'merendaban' de lo más contentas donde el sendero dejó de ser cerro y pendiente. Ya no querían avanzar. Los arrieros tuvieron que poner orden. Tenían que apurarse un poquito porque allá en el fundo, un inca que es ingeniero, un inca que es agricultor, ya andaba medio vestido y alborotado. Se moría de ganas de hablar su padre el sol.

Una conversación sobre la que no podrán chismear los chiquillos de la plaza ni el naciente pututero. Ellos se quedaron. Ellos no siguieron a Mariano Jaramillo, el hombre que vino desde Yaino (Conchucos, Áncash) para realizar una ceremonia en quechua y en español en la plaza de las ñustas. Ellos no acompañaron al chasqui Felipe Varela, que no se cansa de hacer sonar su pututo en los caminos ancestrales que investiga y protege.

Si lo hubieran hecho tendrían harto que contar en la escuela y en la comunidad. Se lo perdieron. Igual que los choferes que continuaron yendo y viniendo de Jauja a Huancayo, en vez de alejarse del asfalto para enrumbar, aunque sea un ratito, hacia Masajcancha, el centro poblado donde está el fundo de César Dávila, el inca ingeniero que sueña con recuperar la grandeza de la cultura andina.

"Nuestros antepasados sabían alimentarse", reflexiona y arenga Dávila antes de iniciar el trueque ancestral, el acto final del Pachamama Raymi, la fiesta de la biodiversidad que comenzó en Tambo y continúo con el arriado de las llamas cargadas con productos de los cuatro suyos. Y hay que intercambiar. Te doy papita me das ají. Me llevó mashuas, te entrego habas. Te cambio mi cañihua por tu cochayuyo.

Productos del mar, de los valles andinos, de la espesura amazónica. Ay, cuánto hubieran aprendido los niños en este encuentro solidario, donde lo mío es tuyo, donde todo es de todos; cómo se hubieran sorprendido los choferes en este intercambio generoso en el que nadie paga con sencillo ni rompe las reglas, tal vez porque estas no existen cuando se actúa con el corazón abierto.

Y eso fue lo que sucedió en la plaza, en la carretera, en el fundo. Eso es lo que debería ocurrir todos los días, para que nuestra tierra siempre esté de fiesta.

Infodatos

  • Sabor: el chef Dante Saboya del restaurante Cooltura de La Victoria (Lima) participó de la fiesta preparando una pachamanca de alpaca que, por intersección de los apus, pudo ser saboreada por todos los que asistieron al fundo La Cosecha del Futuro.
  • Desde el mar: Julieta de la Torre, protectora y difusora de las lomas de Atiquipa (Arequipa) fue la representante del Continsuyo. Ella llegó al Pachamama Raymi con productos del mar, incluyendo el cochayuyo.
  • El inca: desde hace dos años, el ingeniero César Dávila apuesta por una agricultura orgánica y libre de transgénicos en su fundo.
  • El mensajero: Felipe Varela, el Chasqui, es un investigador de los caminos incas. Sus periplos en la antigua red vial, incluyen una travesía pedestre desde Ayabaca (Piura) hasta el lago Titicaca (Puno).

Fotos y texto: Rolly Valdivia
INFOTUR PERÚ

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Modificado por última vez en Martes, 22 Mayo 2018 10:03
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